En las últimas décadas se ha incrementado el estudio de los murales y vestigios que se han conservado en muchos de los edificios de las ciudades mayas, desde tumbas a palacios, pasando por templos y observatorios, entre otras tipologías arquitectónicas, revelando que la paleta mural que utilizaron en la cultura maya entre finales del Preclásico Tardío y los inicios del Clásico Temprano ya reunía todos los colores naturales y artificiales de la paleta de colores que continuarían empleándose sin apenas cambios hasta el Postclásico Tardío (1300-1500), tal y como manifestó la caracterización química que se hizo de algunas de las pinturas murales de la ciudad de Mayapán, localizada al norte de Yucatán. No sólo eso, sino que el estudio químico-analítico que recientemente se realizó de las pinturas con las que se decoraron en el siglo XVI algunas de las capillas laterales de la iglesia del Convento de San Bernardino de Siena de Valladolid, en Yucatán, reveló que la paleta mural maya siguió vigente durante los primeros años de la conquista española en estos territorios, o al menos así fue en el norte de la Península de Yucatán.
En enero del 2021 el museo Franz Mayer dio un ciclo de ponencias, resultado de la Exposición llamada “Azul Añil” en colaboración con el Museo Textil de Oaxaca para explicar la importancia en el rescate y cuidado de la receta original así como el cuidado del Añil mexicano; los exponentes fueron el Artesano Luis Manuel May, el Maestro Marco Antonio Miranda y la Antropóloga Martha Turok.
El color Azul Mineral o Azul Maya, es el más impresionante y más duradero “Debido a su composición molecular, el azul maya resiste ácidos, humedad y abrasivos” cuenta Luis May, artesano y docente que, gracias a una gran labor de investigación y contacto con saberes ancestrales de los abuelos de su comunidad pudo obtener este año un pigmento similar al famoso azul maya que se encuentran en los murales de Bonampak.
Dentro del aprendizaje de lo religioso estaba la comprensión de las imágenes, es decir, de la representación e interpretación de las figuras divinas (en la época Precolombina) en lo que ahora se conoce por medio de los códices, las esculturas, los murales y la cerámica, poseía una iconografía muy compleja por la infinidad de detalles de que estaba compuesta. Estos pormenores tenían cada uno su razón de ser, su significado particular, y se distinguían por su diseño y sus colores. Basta observar algunas de las imágenes de los dioses prehispánicos para comprender que quien realizaba una, era porque conocía el significado profundo de cada fragmento ornamental, el cual no podía colocarse al azar, o de lo contrario se sufriría un castigo.
Los habitantes de Mesoamérica tenían diferentes ocupaciones, entre las que encontramos las tejedoras, hilanderas y bordadoras, pero también estaban los hombres y mujeres que se dedicaban al cuidado de las aves para realizar el arte plumario, también conocidos como los amantecas y cuya obra puede ser estudiada a más a detalle en los códices Mendoza y Florentino, este último realizado por los tlacuilos y Fray Bernardino de Sahagún. Pero además de todas estas actividades artesanales, una de las actividades más importantes eran la de los tlacuilos, cuya labor era representar a través de una lengua pictográfica todo lo que ocurría a su alrededor. ¿Y cómo lo lograban? Utilizando pigmentos minerales y colorantes vegetales y poder así dibujar su presente pensado para un futuro que retomaría su propio pasado.
Todos los pigmentos naturales eran obtenidos de la tierra, de insectos, de flores o del hollín producido por el fuego. Algunos de estos pigmentos fueron tan importantes como el de la grana cochinilla que además se utilizaba para teñir textiles o el púrpura pansa obtenido del caracol marino de las regiones costeras y sin duda uno de los más importantes el Azul Añil que tuvo variaciones como el Azul Maya y del cual se hablará con detenimiento, puesto que provienen de la misma Planta (Añil) su procedimiento cambia drásticamente la iluminación de este color y su resistencia al paso del tiempo.
Uno de los colores minerales más impresionantes y más duraderos es el del azul maya. “Debido a su composición molecular, el azul maya resiste ácidos, humedad y abrasivos” cuenta Luis May, artesano y docente que, gracias a una gran labor de investigación y contacto con saberes ancestrales de los abuelos de su comunidad pudo obtener este año un pigmento similar al famoso azul maya que se encuentran en los murales de Bonampak.
Es importante señalar que existe una diferencia notable entre los pueblos del Altiplano y los pueblos mayas, porque entre estos últimos en ningún momento se menciona la intervención del azul. Es extraño que en la expresión cosmogónica aparezca o no aparezca este color a pesar de que fue empleado de forma excesiva en la cerámica, la escultura, las pinturas murales y en los códices, como el Dresde, por ejemplo. En cambio, entre los pueblos del Altiplano y alguna otra región, el azul tuvo gran importancia en las expresiones cosmológicas de los rumbos cardinales.
El azul maya es un pigmento que fue perfeccionado por los mayas en el siglo VIII. Antes de su descubrimiento casi no había ningún color azul en las pinturas precolombinas; la introducción del azul maya aumento sustancialmente la paleta del artista de la época . A causa de su atractivo y su estabilidad a la luz, ha sido utilizado ampliamente en pintura mural, estatuas, cerámicas, códices, e incluso en el caso de sacrificios humanos; como nos explica Constantino Reyes-Valerio en su escrito de 1993 De Bonampak al Templo Mayor: el Azul maya en Mesoamérica.
El cronista dominico fray Diego de Landa, refiere que en algunas de las ceremonias religiosas realizadas por los sacerdotes mayas, durante el mes de Mac, dedicado a Chac, el dios de la lluvia, los esclavos o los niños que iban a ser sacrificados, eran desnudados y su cuerpo untado con un betún Azul. Si habían de sacarles el corazón los llevaban a la piedra de sacrificios pintados de Azul, y el sacerdote y sus ayudantes untaban aquella piedra con color Azul. Además, había un altar pequeño, muy limpio, cuyo primer escalón era embadurnado con lodo del pozo (cenote), en tanto que los demás escalones eran pintados de dicho color.
El añil fue utilizado en México, Cuba, Guatemala y Belice, fue transportado desde Cuba hacia Europa en barco y quizás con el añil se transporto también el “añil de roca”, es decir el azul maya. Este no hubiera podido ser producido en Cuba, puesto que no hay minas de palygorskita o sepiolita, las únicas dos clases de arcilla que pueden permitir la producción del pigmento.
Es muy probable que una pequeña cantidad de azul maya llegara hasta Europa, ya que los pigmentos azules fueron raros y muy caros (lapislázuli) o de baja calidad y problemáticos en su utilización (azurita, la cual se altera cambiando de color). El azul maya en pintura mural puede ser fácilmente confundido con el vidrio de cobalto molido (esmalte), y si no se hacen análisis específicos el pigmento puede no ser identificado. Es posible, entonces, que algunas pinturas murales, particularmente en España, puedan contener azul maya sin que haya sido reconocido como tal hasta ahora, ya que nunca ha sido buscado de manera correcta. Esto es ciertamente una hipótesis, pero creo que su estudio podría valer la pena.
El azul maya o Ch’oj como Luis May lo llama tiene una historia interesante: “No solo lo usaron los mayas, sino que durante la conquista sirvió para pintar retablos y figuras religiosas y que hoy se pueden encontrar en todo el país”. Su rastro y cómo llegó a “desaparecer” es aún es un misterio, pero también comenta que se mantuvo latente hasta finales del siglo XIX y que se perdió probablemente en Cuba.

El rescate o nuevo surgimiento por este color viene del interés de Marco Antonio Miranda y su investigación para reincorporar a sus trabajos pigmentos completamente orgánicos como lo eran el Rojo proveniente de la Grana Cochinilla y el Amarillo Ocre que preparados de la forma correcta y aplicados en trabajos de encáustica son altamente resistentes al calor que exige la cera en esta técnica específicamente.
El azul maya es extremadamente estable y Marco Antonio pudo ponerlo a prueba cuando accidentalmente a su experimento le arrojo Acido, en sus palabras el señalo:
Este pigmento es muy duradero ya que pudiendo resistir al ataque de ácido nítrico concentrado, sigue intacto y sin perder su color.
Descubrir el secreto del azul maya es, en parte al menos, descubrir las arcillas que éste contiene. La presencia de las arcillas y del colorante derivado de la planta del añil es un hecho que se ha verificado a través de análisis científicos; tiene una importancia fundamental para la historia de azul maya, así como para descubrir el secreto o el misterio que ha rodeado a esta sustancia, aclarar cómo y por qué existen las arcillas en el pigmento, porque es aquí donde han fracasado cuantos han investigado el tema. La existencia de las arcillas en el pigmento es un hecho, y así lo han demostrado los análisis científicos realizados; sin ellas sólo se tendría el índigo conocido en varios pueblos del planeta desde hace más de dos o tres milenios. Lo que nadie sabe es cómo llegaron a integrarse al pigmento, cuál fue el camino. Esto tampoco lo supieron sus creadores; sus métodos empíricos y su excelente sentido común debieron enfrentarlos a un hecho que analizaron una y otra vez y, sin saber cómo, consiguieron elaborar el pigmento azul maya después de innumerables pruebas.

¿Porqué los indígenas emplearon las arcillas, en qué parte de los procesos de preparación intervinieron y cómo llegaron a producir un pigmento de tan extraordinarias propiedades? Para tratar de resolver estos problemas, los investigadores habían propuesto varias soluciones sin que, hasta la realización de este trabajo, se hayan encontrado las respuestas.
Francisco Hernández es quien, de manera muy indirecta proporciona la primera clave para saber cual fue el camino de las arcillas al indicar cómo se obtiene el índigo (con color azul turquesa), según se desprende de la interpretación de una de las fases del proceso que señala en su texto. Hernández tampoco supo que era necesaria la arcilla. Le bastó saber que los indígenas preparaban un "color" por medio de las hojas de la planta llamada xiuhquilipitzáuac. Analicemos ahora el proceso para elaborar el pigmento, según lo indica Francisco Hernández:
La manera de preparar el colorante que los latinos llaman caeruleum y los mexicanos mohuitli o tlacehuilli, es la siguiente: se echan las hojas despedazadas en un perol o caldera de agua hervida, pero ya y sin haber pasado por el fuego; se agitan fuertemente con una pala de madera, y se vacía poco a poco el agua ya tenida en una vasija de barro o tinaja, dejando después que se derrame el líquido por unos agujeros que tiene a cierta altura, y que se asiente lo que salió de las hojas. Este sedimento es el colorante ; se seca al sol, se cuela en una bolsa de cáñamo, se le da luego la forma de ruedecillas que se endurecen poniéndolas en platos sobre las brasas y se guarda por último para usarse durante el año.
La lectura cuidadosa del códice Grolier, donde se indica que los indígenas sólo mezclaban hojas y agua en un recipiente. Sin embargo, llama la atención de que Hernández notara la existencia de un sedimento, porque quien haya practicado un remojo de hojas en agua habrá observado que el sedimento resultante es insignificante. Aquí, por el contrario, según los sugiere el autor, debe ser abundante, tanto que queda material suficiente para hacer unas " ruedecillas" que primero se ponen a secar al sol y después a las brasas.
Pero algo más importante puede deducirse de lo anterior. Como en ningún momento Hernández mencionó que fuera necesario agregar lodo, tierra o barro alguno durante el proceso, y a pesar de ello se obtiene un sedimento tan abundante que origina la formación de unas "ruedecillas", esto significa que las arcillas sólo pueden y deben estar presentes en el agua empleada.
¿De que otra manera podían haberse incorporado los silicatos durante la preparación del pigmento? La solución al problema de las arcillas es tan sencilla que parece increíble. Por esta razón nunca se menciona una sola palabra en ninguna crónica. Además, para los indígenas era un procedimiento natural el empleo de un agua turbia. Nunca supieron que contenía arcillas ni que éstas fueran necesarias.
En las investigaciones aparecen datos de importancia fundamental que enriquecen la historia del añil xiuhquílitl o xiuhquilipizáhuac, como lo denominaron Sahagún y Hernández en sus obras. Cuatro de tales noticias son muy valiosas. La primera consiste en una cédula de Felipe II, emitida el 13 de julio de 1558, en la que se solicita el envío de informes acerca de la "yerba o tierra" con que tiñen los indígenas sus telas de lana y de algodón en color azul, ya que interesa saber de ella porque así se evitaría la importación del "pastel" y " fuese en cantidad que se pudiese traer a estos reinos y bastase para los paños que en él se labra, sería una cosa de gran importancia y se excusaría de traer de Francia, ni de otro reino el pastel ". Líneas adelante, también se solicita la realización de pruebas suficientes para cerciorarse de las bondades de la "yerba o tierra" y que se mande una buena cantidad de ella para hacer ensayos en España. Se pide también "el orden que se tiene en hacerlo", esto es, el método de preparación de ese colorante.
La última cita, que confirma la formación del sedimento debido a la calidad "gruesa" del agua con que se preparaba el añil, procede de Historia Natural del Reyno de Guatemala, de fray Francisco Jiménez, libro escrito en 1722 y citado por Rubio Sánchez.
El Xiquilite es una yerba o arbusto de que en este Reyno de Guatemala se sacan muchos intereses, es el añil de el que sacan y se llevan a Europa en grandes cantidades. Sácalo echando la yerba en remojo, y después batiendo aquel agua, y en estando ya de punto, se cuaja la tinta echándole un poco de agua en que se ha tenido la hoja de un árbol que se llama tiquilote en remojo. Y se asienta toda en el fondo de la pila y sacada el agua, sácala como lodo, y puesta a destilar en coladeros, la ponen a secar al sol, y no tiene más beneficio.
De esta manera queda comprobado, en forma definitiva, cuál fue el camino que siguieron las arcillas en la constitución del azul maya; su presencia en el agua queda confirmada tanto por la realidad de los análisis científicos como por la irrebatibilidad de las fuentes históricas, las cuales siempre contuvieron el dato. Sólo hacía falta interpretar adecuadamente las palabras de los cronistas mediante una lectura cuidadosa. Además, la producción del índigo por medio de agua destilada, sin arcilla alguna, produce el colorante puro, pero éste nunca formará el azul maya porque no cambiará al color azul turquesa. La fórmula del colorante puro, preparada solamente con hojas de añil, se incluye en el apartado correspondiente; se propone para efectos de calibración de algún aparato y así obtener la gráfica necesaria que servirá para compararla con las que se obtienen tanto del pigmento arqueológico como del nuevo azul maya, según hemos denominado al que puede conseguirse con hojas de añil, arcillas y agua químicamente pura. Las propiedades de este último pigmento son idénticas, en lo referente a la resistencia a los ácidos y álcalis, así como al color, a las del azul maya precolombino.

En México el añil se obtiene normalmente a partir de la planta común Indigofera suffruticosa. Una simple mezcla de palygorskita y añil no revela el típico color turquesa ni tampoco lo hace resistente a los ataques químicos. Por lo tanto, no es suficiente mezclar la arcilla y el añil para obtener el azul maya. La técnica de producción fue redescubierta cuando fueron conscientes de que la mezcla de colorante/arcilla tenía que ser calentada a una temperatura de 100-110oC durante algunas horas para producir el azul maya.
Como Constantino Reyes-Valerio ha demostrado que su producción es bastante fácil, incluso utilizado exclusivamente las técnicas sencillas de las que disponían los mayas. Si miramos el proceso de formación a través de un microscopio, se pueden ver grumos de añil muy oscuros son claramente visibles antes de calentar la mezcla. Después de calentarla a más o menos 100-110 a.C. el tono general parece más turquesa y los grumos están más dispersos, ya que ahora el añil ha reaccionado con la arcilla.
El proceso de calentar es fundamental, como vamos a ver en seguida. Gran cantidad de azul maya puede ser producido utilizando ya sea añil sintético o natural (en polvo), calentando la arcilla a 350oC por algunas horas hasta que toda el agua que contenga sea completamente elimina- da (inclusive el agua zeolítica localizada al interior de los canales). Después de sacar la arcilla del horno y antes de que se enfríe totalmente (más o menos 150-200oC), se puede añadir hasta 2% de añil. Se produce una redacción instantánea y toda la arcilla se vuelve de color turquesa, mientras el color oscuro del añil desaparece. Esta reacción es prácticamente instantánea. Esta técnica puede ser considerada como otra vía posible de producir azul maya, además de la ya propuesta por Constantino Reyes-Valerio. De esta manera el pigmento se produce mezclando los ingredientes en forma seca, cuando el añil ya ha sido obtenido de la planta en forma de polvo. La manera en que Reyes-Valerio utiliza los ingredientes de forma húmeda, antes que sean oxida- dos, puede explicar mejor el descubrimiento accidental del pigmento como un producto secundario de la producción del añil. La palygorskita no es un mineral que se encuentre en abundancia, por lo que todavía no están claras las razones por las que de forma bastante pura esta rara arcilla se pone en contacto con el añil. Pero Reyes-Valerio demostró que el agua que se añade a las hojas de Indigofera para la producción de añil contiene en realidad arcilla.

Uno de los retos más grandes de Luis fue encontrar la fórmula para obtener el importante pigmento. Luis platica algunas de las propiedades de este enigmante azul:
Tiene un color intenso color turquesa que era utilizado para los murales. Su color era tan difícil de lograr que era considerado un lujo y solo algunos frescos tienen este pigmento.
Debido a su composición química (las moléculas del color quedan “atrapadas” o “encapsuladas” el material) son resistentes a la luz ultravioleta (sol), a la biocorrosión (ácidos), a la humedad y al calor. Tampoco se desgasta ni decolora si se usan solventes orgánicos. Dependiendo su fabricación su color puede variar entre azul, azul turquesa o azules verdosos.
Según cuenta Luis May, un grupo de pobladores de Cobá, Quintana Roo le ayudó a sembrar, cuidar y cosechar la planta para obtenerla, sin embargo, fue gracias a sus estudios y el hablar con los abuelos que la labor pudo, poco a poco, tomar forma.

A pesar de que su elaboración se mantiene en secreto para proteger su trabajo intelectual, Luis May comparte que este logro es importante pero que hay que tomar en cuenta lo siguiente:
Quiero aclarar que este puede ser, o no, el pigmento que utilizaban los mayas en su momento. Eso nunca lo sabremos. Sin embargo, lo que sí sabemos es que hicimos un pigmento similar con procesos similares artesanales. No quiero que haya confusión de que logramos recrear o logramos encontrar la fórmula exacta que los mayas usaron hace cientos de años. Hoy, podemos decir que nuestro trabajo y nuestra investigación nos llevó a un resultado similar que no necesariamente tiene que ser el mismo de la antigüedad.
Sin duda esto último es de gran valor, pues nos demuestra que a través del ensayo y el error se pueden llegar a distintos resultados. Hoy, Luis está esperando colaborar con la Universidad de Chapingo y el Dr. Elías Jaime Matadamas para verificar que este pigmento tenga las mismas propiedades del azul maya encontrado en las zonas arqueológicas incluso llevando pruebas a las ruinas para poder comparar de forma mas detallada ambos colores ya aplicados. “El Dr. Elías Matadamas hará las pruebas de resistencia del azul maya ch’oj que yo realizo y si sale positivo, será el primer pigmento hecho artesanalmente que cumpla con las características del legendario color” Dijo Luis May.

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